dinsdag 26 mei 2009

TRES PREGUNTAS SOBRE ‘POWER AND INTERDEPENDENCE’ POR ROBERT O. KEOHANE AND JOSEPH S. NYE (1989)


1. ¿Qué se entiende por interdependencia compleja y qué factores explican este fenómeno?

Interdependencia compleja se construye como un tipo ideal en términos de relaciones internacionales opuesto al realismo, según la propuesta de Keohane y Nye. Según los autores, interdependencia compleja se acerca más a la realidad que el realismo. Más que nada, el concepto explica mejor que su opuesto lo complejo que son regimenes internacionales y lo difícil que es cambiarlos. Estos procesos de cambio de regimenes internacionales son los que representan el interés de los autores.

Keohane y Nye argumentan que el realismo se fundamenta en tres supuestos y que el concepto de interdependencia compleja los supera. Estos supuestos son:
los estados son unidades coherentes y de tal manera los actores dominantes en la política global;
la fuerza (o la amenaza con la fuerza) es un instrumento político posible de usar y efectivo;
existe una jerarquía de asuntos políticos globales de los cuales la seguridad militar siempre está al tope de la lista; en otras palabras, la alta política de la seguridad militar domina la baja política de asuntos sociales y económicos.

La interdependencia compleja, contrariamente, se caracteriza por:
la existencia de múltiples canales de contacto entre sociedades, en vez de sólo las entre las oficinas de asuntos exteriores, incluyendo relaciones informales entre elites gubernamentales y los arreglos formales al nivel de las oficinas de asuntes exteriores (relaciones bilaterales); relaciones informales entre elites no gubernamentales (relaciones trans-gubernamentales) y organizaciones transnacionales (relaciones transnacionales). Las relaciones bilaterales son las que supone el realismo; las relaciones trans-gubernamentales se distancian del supuesto realista de que los estados son unidades coherentes; y las relaciones transnacionales se distancian del supuesto realista de que los estados son unidades únicas.
la agenda de las relaciones bilaterales no sólo se trata de la seguridad militar sino que consiste en múltiples asuntos. Además, no tiene una jerarquía consistente y no sólo surge de la oficina de asuntos exteriores, sino de la participación política de múltiples actores;
la fuerza militar no se suele usar entre gobiernos dentro de una región o para resolver ciertos asuntos (económicos o sociales), aunque sí se utiliza, lamentablemente, entre gobiernos de diferentes regiones o para resolver asuntos específicos (como la guerra en Irak).

En el capítulo 7 de su libro, los autores definen el concepto de interdependencia compleja resumidamente por la ausencia de fuerza, la falta de jerarquía entre asuntos, y la presencia de múltiples canales de contacto entre sociedades. La interdependencia simple, basado en el realismo, se define, por ende, por la presencia de fuerza, la presencia de jerarquía entre asuntos y la ausencia de múltiples canales de contacto entre sociedades.

La interdependencia compleja es un fenómeno que se presenta de manera creciente en los diferentes regimenes internacionales, pero no en todos y no en todos de la misma intensidad. Los factores que explican el desarrollo hacia un mundo más y más caracterizado por interdependencia compleja son: el papel disminuyente de la fuerza militar en el mundo; el hecho de que hoy en día la política internacional se caracteriza por múltiples asuntos que no están organizados jerárquicamente; y la existencia de múltiples canales de contacto entre sociedades.

El concepto de interdependencia compleja me parece interesante y por cierto mucho más cerca de la realidad en varios regimenes, que los supuestos realistas mencionados antes. No cabe duda que con respecto a muchos asuntos de interés político global, los actores no gubernamentales han adquirido un gran poder político durante las últimas décadas, particularmente con la emergencia de los medios de comunicación masivos. La información es un instrumento de poder y ha felizmente destruido el poder monopolístico de los gobernantes. De igual manera, la influencia de las corporaciones transnacionales en la economía y la política global ha aumentado de manera aguda durante la segunda mitad del siglo veinte, de tal manera, que a veces tienen más poder que los propios Estados nación.

2. ¿Qué explica los cambios en los regimenes y qué caracteriza el de los océanos versus el monetario?

Keohane and Nye describen cuatro diferentes modelos para explicar los cambios en los regimenes internacionales:
1. el modelo que basa su explicación en procesos económicos;
2. el modelo que basa su explicación en la estructura del poder global;
3. el modelo que basa su explicación en la estructura de diferentes asuntos;
4. el modelo que basa su explicación en las organizaciones internacionales (procesos políticos).

Según los autores, el cambio de regimenes varía dependiendo de los países involucrados y de los asuntos tratados. Dependiendo de tales factores, un modelo u otro funcione mejor para su explicación, aunque ningún modelo funciona de manera óptima; siempre hay factores que no se cubren con ninguno de los cuatro modelos, o en otros casos, se requiere recurrir a todos los modelos uno por uno para entender el cambio de un régimen.

El realismo se acerca más al modelo basado en procesos económicos y en la estructura de poder global. Los otros dos modelos se mueven más hacia el concepto de interdependencia compleja.

El modelo basado en procesos económicos nace de la teoría neoclásica y tiene los siguientes supuestos:
1. el cambio tecnológico y la creciente interdependencia económica harán que los regimenes internacionales existentes se vuelven obsoletos. Debido al creciente número de transacciones y a las nuevas formas de organización representadas por ejemplo por las corporaciones transnacionales, las instituciones, reglas y procedimientos establecidos se harán inefectivos y pueden colapsar.
2. los gobiernos son altamente responsivos a las demandas políticas domésticas para un estándar de vida creciente.
3. los grandes beneficios resultantes de movimientos internacionales de capital, bienes y empleo les da incentivos fuertes a los gobiernos de modificar o reconstruir regimenes internacionales con el fin de restaurar su efectividad.

Según este modelo, regimenes internacionales se vuelven obsoletos con cierta regularidad por cambios económicos y tecnológicos, pero no se desintegran totalmente, y no por mucho tiempo, porque hay intereses de que se reconstruyan y se ajusten rápidamente a las nuevas condiciones. El cambio de régimen, en este caso, entonces es un cambio meramente incremental, dado que el desarrollo global supuestamente se mantiene dentro de los límites de la teoría neoclásica.
Sin embargo, en contra de esta teoría se puede argumentar que la realidad política no siempre sigue el simple rumbo de los cambios económicos y tecnológicos: el poder, en este caso, se define como la capacidad de no ajustarse a un cambio, tomando en cuenta que ajustarse siempre es políticamente costoso. El modelo neoclásico por ende es limitado y no explica todos los cambios o no cambios de los regimenes internacionales.

El modelo basado en la estructura del poder global es el más tradicional de los modelos políticos y se fundamenta en la idea de que los estados poderosos hacen las reglas. Según los realistas, un régimen internacional se fundamenta en un sistema hegemónico, eso es cuando un estado es suficientemente poderoso y tiene voluntad de mantener las reglas esenciales para gobernar relaciones entre los demás estados. Según este modelo, el colapso de regimenes hegemónicos se debe a guerras o cambios mayores en el balance de poder global (decreciente poder del hegemónico). El modelo es muy limitado, porque sólo considera el poder de estados a un nivel global y no reconoce la importancia de actores no gubernamentales o de asuntos no militares, como los económicos, los sociales, etc.

El modelo basado en la estructura de asuntos diferentes supone que los recursos de poder en un área de asuntos son efectivos en aquella área, pero no necesariamente en otras áreas. El análisis político, entonces, debe ser conducido por área de asuntos. Este modelo es menos poderoso que el anterior, porque requiere de más información para analizar una situación política, pero tiene más poder de predecir el desarrollo de las cosas dentro de cierto área de asuntos particular.

Según el modelo, un cambio de régimen ocurre por la diferencia entre influencia y beneficios bajo un régimen existente y las expectativas de estados no satisfechos con los efectos de nuevas reglas. Además, cuando existe incongruencia entre la influencia de un estado bajo las reglas vigentes y los recursos de poder para cambiar las reglas, el estructuralismo de asuntos diferentes predice un cambio agudo, no gradual.

Los modelos estructuralistas, sin embargo, quedan cortos con respecto al análisis de los procesos políticos que forman parte del cambio de regimenes internacionales. Para explicar tales cambios, no sólo se debe analizar la estructura de poder, sino también el proceso del cambio. Se debe distinguir, por ende, entre la estructura de poder entendida como recursos (independientemente si son recursos militares como en una formulación realista, o económicos como en un acercamiento estructuralista), y el poder entendido como control sobre los ‘outcomes’. Este último tipo de poder se mide por el patrono de ‘outcomes’. La traducción de capacidades en ‘outcomes’ depende exactamente del proceso político o la negociación, y la capacidad negociadora de un estado afecta tal traducción. Esto quiere decir que estados con preferencias fuertes y posiciones coherentes negociarán más efectivamente que estados que se encuentran restringidos por actores domésticos y transnacionales. A veces, hasta las instituciones y procedimientos de un régimen existente pueden debilitar la posición negociadora de un estado.

En las explicaciones más sencillas estructuralistas, un cambio de capacidades globales o capacidades específicamente relacionadas con ciertos asuntos, ya significa un cambio de régimen. En las explicaciones más sofisticadas, un régimen crea un proceso negociadora, lo que resulta en un patrono de ‘outcomes’ de los que el cambio del régimen es sólo uno.

El modelo basado en organizaciones internacionales parte de otro tipo de estructura política global, uno que no se limita al análisis de las relaciones entre estados manifestados a través de las oficinas de asuntos exteriores, sino que incluye también las relaciones transnacionales y trans-gubernamentales: se trata de relaciones en múltiples niveles (redes), normas e instituciones internacionales, los que son factores independientes que pueden explicar un cambio de régimen. El modelo supone que un conjunto de redes, normas e instituciones una vez establecido es difícil de eliminar o cambiar, incluso para estados fuertes.

Sin embargo, independiente del modelo que se utilice para explicar un cambio de régimen internacional, lo esencial es que este puede ser cambiado siempre cuando se vuelva intolerable para Estados con un poder importante al respecto. Es desde tal intolerancia que lento o rápido se produce el cambio.

El régimen monetario se refiere a un área de asuntos específicos y se define como el cluster de asuntos considerados relevantes para políticos para las decisiones que se deben tomar con respecto al tipo de arreglos internacionales que debe existir sobre las tazas de cambio, los ‘reserve assets’ y el control de movimientos internacionales de capital, además de asuntos considerados relevantes para el ajuste, la liquidez y la confianza dentro de un cierto régimen o no régimen.

Según los autores, el régimen monetario se acerca a las dimensiones de la interdependencia compleja en dos aspectos: la ausencia de fuerza y los múltiples canales de contacto. En términos de la falta de jerarquía entre diferentes asuntos, sin embargo, el régimen se acerca más a la simple interdependencia, dado que siempre cuando asuntos monetarios se hacían política alta, la jerarquía global con respecto a la política exterior, se debilitaba.

El régimen de océanos se refiere a un área de asuntos con respecto al uso y la regulación del espacio y de los recursos oceánicos en tiempos de paz. Un régimen oceánico en tiempos de paz tiene dos dimensiones: 1. la naturaleza y la extensión de la jurisdicción estatal sobre los océanos que pegan con las costas de ciertos estados y 2. la propiedad, el uso y la regulación del espacio y de los recursos más allá de la jurisdicción nacional. El área incluye relaciones físicas, como pescadería y navegación, y políticas, como esfuerzos de parte de actores realizados con el fin de influenciar las políticas de otros con respecto al espacio y los recursos oceánicos.

El régimen de océanos se acerca a la interdependencia compleja en términos de la falta de jerarquía entre diferentes asuntos y los múltiples canales de contacto entre sociedades. Sin embargo, en términos de la ausencia de fuerza, el régimen se comparte más como el modelo de simple interdependencia. Según los autores el papel de la fuerza sigue siendo importante en este régimen, aunque se debe tomar en cuenta que hoy en día la fuerza es utilizada más por Estados débiles y no siempre es efectiva, particularmente como para tener un impacto en vista de los Estados más fuertes.

Establezca la relación entre liderazgo e interdependencia compleja

Procesos políticos que se caracterizan por una línea borrosa entre política doméstica e internacional son típicos casos de interdependencia compleja. En situaciones de este tipo, el liderazgo o las capacidades básicas de un estado de ejercer el poder, es un factor decisivo para el cambio de regimenes. En periodos de transición, según Kindleberger, dentro de la estructura de poder en que se fundamenta un área de asuntos, un nuevo estado poderoso desarrollará su capacidad de liderazgo antes de que perciba los beneficios que lo mismo puede generar y la necesidad de tal liderazgo. Al mismo tiempo, poderes secundarios, los que suelen aceptar liderazgo indiscutiblemente, perseguirán políticas que debilitan el sistema. En otras palabras, el proceso de cambio de régimen va de mano en mano con la transición de liderazgo; el uno y el otro forman parte del mismo proceso, particularmente en casos que se caracterizan por interdependencia compleja.

Según Keohane and Nye, liderazgo es necesario en la ausencia de autoridad delegada, lo que consideran la situación más probable en la política internacional. El liderazgo internacional se puede basar en hegemonía (dirigir y mandar), unilateralismo (ir de primero) o multilateralismo (inducir). El liderazgo internacional basado en hegemonía se da cuando un Estado sea suficientemente poderoso para mantener las reglas esenciales para gobernar relaciones entre Estados y tiene la voluntad de hacerlo. Este tipo de liderazgo puede representar un bien público (responsabilidad) o un bien privado (protección de los intereses del hegemono). El liderazgo unilateral es aquel que da un ejemplo al resto del mundo dado que por su tamaño e importancia, las acciones de un Estado poderoso puede determinar los regimenes que gobiernan las relaciones internacionales. Este es el tipo de liderazgo al que se refirió Obama cuando habló de que querría cambiar el papel de los Estados Unidos en el mundo convirtiéndolo en un 'role model' para el resto del mundo. El tercer tipo de liderazgo, el multilateral, se basa en acciones para inducir otros Estados a contribuir a la estabilización de un régimen internacional. En situaciones de interdependencia compleja, donde el liderazgo es non-hegemónica, se requiere un liderazgo unilateral o multilateral. Según Keohane and Nye, hoy en día, sólo se puede escoger entre estos dos tipos de liderazgo, o sea el liderazgo necesariamente es non-hegemónico, y por ende, es unilateral o multilateral, o no hay liderazgo efectivo.

Con respecto al liderazgo multilateral cabe notar que hoy en día efectivamente se está desarrollando un estilo de liderazgo que se basa en la rotación voluntaria entre los estados que forman parte de un régimen internacional. Con este tipo de liderazgo se produce un cambio de liderazgo, basado en procedimientos acordados dentro del mismo régimen, sin el uso de fuerza y también sin que se cambie el régimen. En base de estos procedimientos un cambio agudo de régimen se hace menos urgente, dado que el mismo es políticamente factible dentro del mismo régimen; o sea, un estado ansioso de implementar un cambio incremental sólo debe esperar su turno para poder iniciar un proceso de negociación al respecto. La interdependencia compleja de esta manera facilita procesos de negociación y desarrollo continuos, sin que se pierda por completa la unicidad de cada uno de los estados participantes y sin que sea necesario un cambio de regimen necesariamente, y sin que se recurra a la fuerza. Cuantos más estados participan en este tipo de regimenes, tanto más espacio para todos de hacer oír su voz y menos necesidad y legitimidad de utilizar la fuerza. Es de esperar que en los años que vienen se verá ambos tipos de liderazgo non-hegemónico dependiendo del regimen internacional, dependiendo de los Estados que participan, dependendiendo del asunto de que se trata. En interdependia compleja, ambos pueden ser efectivos, aunque el multilateralismo puede ser lo más deseable (si factible) dado que es en efecto el más democrático.

woensdag 13 mei 2009

Another reaction to Gilpin (Chapter 5 until the end)GATT has turned out to be an illusion and will, according to the author, continue to be an illusion. Its universal rules will simply not be respected by those that have a chance to use them for their own benefit. This is how he sees the present world: Undoubtedly the most prominent feature of the emergent trading regime and the most significant departure from historic patterns will be the expansion of sectoral protectionism. Gilpin also refers tothis phenomenon as Ne Protectionism and describes it like this: In substantial and growing numbers of services, basic industries, and high technology areas, governments and corporations negotiate market-sharing agreements. Involving principally the advanced economies and the newly industrialized countries (NICs), such horizontal accords are intended to gain market access, acquire strategic technologies, and preserve employment. But, as Gilpin also argues, these accords will only benefit the few. In his words, an international trading regime based in large part on negotiated market shares and cartelization is not only highly inefficient but also characterized by gross inequities. However, as he states writing in the decade 1980-90, powerful forces will continue to push the world economy in that direction. Now, nearly 20 years later, we understand that he was right, in the short run, but uncertainty is all there is if we look towards the future. A revival of the GATT dream sometimes seems to be the only way out; and in view of the disasters we may face if no serious political action is taken, it may even become a real life option.In his analysis, Gilpin speaks of the current (1980s) trade regime as a mixed regime. He considers it the product of the interaction of two opposed tendencies. On the one hand, as he states it, the world has reached its highest level of free trade and economic interdependence ever: tariff barriers have declined dramatically during the postwar period, the foreign sector in most economies has expanded, and international competition has increased. Yet, as he puts it, the greater openness has given rise to and is paralleled by powerful counter tendencies: economic closure in the form of the New Protectionism. It entails economic nationalism embodied in industrial policy and more and more strategic trade policy; a trend that was made possible by the enhanced importance of oligopolistic competition. New Protectionism is characterized by non tariff barriers and operates beyond the power of national governments. The phenomenon is much harder to control and regulate than the traditional import restrictions imposed by nation states. Of course, there was no way Gilpin, who was right in his analysis in the shorter run, could foresee that the world economy would collapse precisely due to the actions of those actors that worked against the GATT morale and tried to benefit to the limit from the oligarchistic opportunities provided by the opening up of national economies (the so called free trade). These actors made immense profits at the cost of fair trade and by doing so successfully blocked any intention aimed at improving real economic opportunities for less developed countries (at the level of countries not selected actors within those countries), implementing effective redistributive policies and reducing poverty across the globe.As a consequence, the gap between the rich and poor has increased to a level that makes the world fall apart, not because of a lack of leadership, as Gilpin puts it, but because of a lack of morale by the political and economic leaders of today. It is not surprising that with this result even the American voters have decided to derail the train. Unfortunately, they were too late to stop it and those who should have stopped it earlier refused to do so due to their vested interests. But now that it crashed, the voters realized that to fix the world, they should not put back on the same trail, but rather give it a different direction. This is where Obama comes in. In fact, in his final conclusions to chapter Six, Gilpin also refers to the quality of leadership as the factor on which the stability of the world market economy depends. More actors should have realized this at the time of writing…When discussing the dependency theory, Gilpin criticizes the argument that the world market or capitalist international economy operates systematically to thwart the development of the Third World. He states that little evidence supports the charge that the international economy operates systematically to the disadvantage of the least developed countries (LDCs), even though he agrees it may be the case for some individual countries. According to Gilpin, the threat faced by the Third World is not dependency but the likelihood of continued neglect and further marginalization. What lacks since the Second World War is an adequate international regime whose purpose is global economic development. Like GATT?According to Gilpin, this failing is not the fault of the capitalist world alone, but also of the socialist bloc and the wealthy oil producers. Furthermore, according to Gilpin, economic development will not occur unless a society puts its own house in order. As liberals stress, and Gilpin underlines, economic development will not take place unless a society has created efficient economic institutions. What is important for economic development and escape from dependence is the capacity of the economy to transform itself, a task that is ultimately the responsibility of that society’s own economic and political leadership.Gilpin describes all actors that participate in the interdependent international economic market of the 1980s: the capitalist world, the socialist bloc, the wealthy oil producers and the third world. He argues that there was no international regime that pursued global economic development. What he means to say is that there was no political will to do this, as the power balance still favored trends of increased wealth for the few. The poor had no voice and no claims to make. However, it seems unfair to state that a major part of the responsibility of underdevelopment lies in the hands of the local political and economic leadership given the immense interference from bilateral and multilateral agencies in their local affairs. Has real institution building ever occurred? Until today, external aid is conditional and it is in the interest of donors to hinder receiving countries from building their own economic institutions.National sovereignty does not exist in this world, or at least not for those countries that depend on external aid. They can not spend their money that way they think is best; they can not build their country the way they believe is right. They receive severely conditioned grants, including obligations to contract companies from the donor countries. In the capitalist world nothing is given for free; everything comes with a price. How can you put your house in order if your leaders are bought by foreign capital? I do not know what Gilpin means when he says the foremost problem is not external dependence but internal inefficiency. It is just unfair to say it this way, even though I understand the point he wants to make. To my view, however, the main problem is not inefficiency; the first and most crucial problem is a trade problem: inequality.This has created countries thorn apart by the interests of the capitalist world. Only when the ‘free trade’ world truly includes underdeveloped countries as respected partners into its economic policies, real negotiations on fair trade will start opening the way to a more just world. Liberalism in itself is not the problem, as it is only an instrument to understand modern economics; the question is how it is implemented. It is about the morale of political and economic leaders when they establish the rules of the game, and about who they include in their negotiations as respected partners.I do agree with Gilpin that a mayor problem is the failure of the multilateralism of the GATT that according to his analysis has been displaced by bilateralism and mini-lateralism. He even states, at the end of his book, that the new international economic order of the mid-1980s raised profound issues of economic equity for the conscience of mankind. As he predicted, many societies are suffering from the closure of world markets and still require massive economic assistance if they are to have any chance to escape from their poverty. He argues that the liberal world economy based on nondiscrimination and multilateralism had defects, but at least it provided economic opportunities that shrank in the more nationalistic world economy of today. But as he sees it, the politicized economic world of the1980s and of today, does not need to return either to the malevolent mercantilism and economic warfare of the 1930s or to the expanding and relatively benevolent interdependence of the 1960s. According to him, the postwar age of multilateral liberalization is over and the world’s best hope for economic stability is some form of benign mercantilism. This is a statement I like, as it relates to some sort of morale we may need to demand from our political and economic leaders when they establish new rules of the game. We need a return to the negotiation table truly including all countries finally getting the GATT right. Today’s economic and financial turmoil may become a window of opportunity in this respect. And I love it when Steve Wonder says: I love you Barack Obama.
Pregunta crucial de Robert Gilpin (The political economy of international relations, 1987): Is any government willing to subordinate its national autonomy and independence in economic matters in the interest of international economic stability? Is international cooperation possible for long in a capitalist world economy? Can cooperation be achieved without an unchallenged hegemonic leader willing to subordinate its narrowly defined interests to the larger objective of maintaining a liberal international economy (page 166)?According to Gilpin, the answers to these questions remain unclear. I will give it a go, though: The first question will have to be answered with a No: no one country (individual) will sacrifice itself (him/herself) for the sake of others. That is not how humans are, except for moms and dads for their kids and Ghandi for humanity. The second and third questions can be answered with a Yes, if ... International cooperation is possible on the condition that there is no one leader, but a socio-economic deal involving all countries. International cooperation is no more than the result of a political decision. The condition is that it is organized in a fair and equitable way: no one country leads over the others; the system's financing is fair and proportional (based on capacity to pay) and this does not affect the relative political power of each member; and redistribution policies are implemented to bridge the current devastating gap between higher and lower income countries and socio-economic groups. As the existing international agencies have too much of a bias towards the US hegemony, we should ask ourselves how we can build an organization that is trustworthy for all and capable of generating the necessary political will, including all countries? It's a job, but it's not impossible.
El gran resquebrajamiento: ¿Cómo hemos perdido el rumbo en el nuevo siglo?

Paul Krugman

Capítulo 4
Capitalismo de compinches

USA: capitalismo de compinches, enero 15 de 2002

Este capítulo es muy frustrante. Es un texto tipo Michael Moore, pero ahora de un premio Nobel de economía. El autor presenta datos sobre las conexiones de la administración Bush con el mundo empresarial y revela hechos escandalosos sobre la oligarquía estadounidense. Y peor que esto reclama que esto es el capitalismo al estilo americano, un capitalismo basado en fraude y corrupción. Para dar sólo unos ejemplos, según Krugman, existen relaciones directas entre la administración Bush y el sector energético, incluyendo a Enron, entre otras empresas. La administración, por ende, presentó proyectos de ley que favorecían a esta compañía y a otras empresas energéticas. Dice Krugman: Sólo unos pocos días antes de las últimas revelaciones de Enron, la administración mostró su intención de relajar las normas sobre la polución emitida por las plantas de energía; al final de la semana pasada anunció su decisión de proceder con un controvertido plan para guardar residuos radioactivos en Nevada. Cada una de estas decisiones vale billones para compañías que tienen vínculos muy fuertes con Bush. El CBSMarketWatch.com declaró, en su relato sobre la decisión concerniente a la basura nuclear, que un grupo de grandes empresarios del sector energético que hicieron donaciones a los políticos, se acababa de ganar el premio mayor de la lotería. La revista de negocios Red Herring publicó, como relata Krugman, una gran revelación sobre el Grupo Carlyle, compañía que se especializa en asociarse temporalmente con contratistas ‘venidos a menos’ en el tema de defensa, y después revenderlos cuando sus fortunas milagrosamente aumentan, una vez reciben un negocio con el gobierno. El padre Bush fue empleado de la compañía y uno de los inversionistas fue la familia Bin Laden. La relación entre Bush senior y el Grupo Carlyle aparentemente nunca le preocupó a la administración Bush junior. Al contrario, Donald Rumsfeld le dio un gran regalo a Frank Carlucci, cabeza de Carlyle, cuando decidió proseguir con el muy criticado sistema de artillería Crusader el que hasta el Pentágono quería cancelar pero que fue un producto de uno de las empresas del Grupo Carlyle. Según Krugman, nada de esto es claramente ilegal.

Dos, tres, ¿muchos?, febrero 20 de 2002

En el segundo artículo, Krugman sarcásticamente se pregunta cuántos Enrons hay. Sugiere que hay más de un solo y que probablemente hay como una pirámide escondida de empresas que aplican los mismos métodos. Argumenta que en cualquier crimen un esquema de pirámide requiere medios, un motivo y una oportunidad, y que durante la administración Bush junior ha habido abundancia de estos tres requisitos. Como ejemplo de medios, presenta el caso de Cisco que publicó cifras buenas en une momento en que la situación financiera de la compañía en efecto estaba muy mala. Pero, porque no hubo reglas establecidas, logró pagarles a sus empleados no con el salario, el cual cuentas como un gasto, sino con opciones de acciones que no constituyen gasto. En vez de una pérdida de US$ 4.9 billones, lo que hubiera resultado si contabilizase como un gasto el valor de mercado de las opciones de acciones que emitió, logró presentar ganancias de US$ 1.35 billones. Como motivo, Krugman, argumenta que el propósito de inflar las ganancias aumentar el precio de la acción y esto hace que la empresa crezca. Le hace más fácil conseguir dinero, adquirir otras empresas, atraer empleados, etc. Fingir que todo va bien facilita seguir yendo para adelante, por lo menos un rato más.

La oportunidad según Krugman se dio a finales de la década de los noventa cuando una confluencia de tres factores abrió la puerta para las picardías financieras a una escala no vista en generaciones. Estos tres factores son: el surgimiento de la nueva economía y las nuevas tecnologías, que removieron las jerarquías industriales e hicieron imposible saber si una compañía encontró un nicho altamente rentable o fue pura apariencia; luego, la burbuja del mercado de valores o uno en que se crean deliberadamente esquemas piramidales. Mientras que el público lo cree, la subida de los valores puede seguir; y finalmente, la existencia de un ambiente legal permisivo, lo que se dio desde que en 1995 el Congreso, pasando por encima de un veto de Bill Clinton, aprobó la ley de reforma a los litigios sobre la seguridad en el sector privado, lo cual dificultó mucho esos pleitos. Según Krugman, como consecuencia de esta ley, las firmas auditoras, las compañías auditadas por ellas y la banca de inversión que vendía sus acciones se volvieron todas muy amigas.

Según Kruger, con respecto a esta situación no sólo se debe pensar en las motivaciones de las corporaciones, sino más bien en las personales de los ejecutivos. En el caso de Enron, por ejemplo, los administradores les dieron a sus banqueros individuales la oportunidad de invertir en las compañías ‘fachada’ que ellos utilizaban para esconder la deuda y para desviar dinero. Dice Krugman: ¿Quiere apostar que no se dieron negocios similares en muchas otras firmas? Espero que Enron termine siendo única, pero estaría muy sorprendido de ello.

Ya sabemos: Enron, por cierto, fue la primera de una cadena infínita que todavía queda por revelarse ¿cuántas empresas y cuentos individuos más?
KRUGMAN

Siete hábitos de inversionistas altamente defectuosos

Fortune, diciembre 29 de 1997

La teoría de los mercados financieros eficientes

El mercado en los últimos seis meses se ha comportado extrañamente:
Hong Kong colapsó después de un auge tremendo y se llevó a Brasil y el resto del mundo. Según Krugman, las economías tigres son economías corruptas y mal manejadas.

El autor identifica siete hábitos de los administradores de dinero (banqueros internacionales) que hacen que los mercados financieros son todo-menos-eficientes:
Pensar en el corto plazo: el precio de las acciones cambia a largo plazo
Ser ambicioso: si el mercado ya está sobrevalorado, cómo decir que todavía vamos bien
Creer en el tonto más grande: a pesar de que los mercados comenzaron a dar señales de debilidad: los mercados asiáticos habían estado sobrevendido, los mercados de EEUU sobrevaluados. O sea, el mercado había dado un giro, pero se seguía el tonto más grande, el que seguía la tradicional estrategia, nadie se atrevía a ser el primero inteligente
Corra con la manada: seguir la teoría convencional aunque los señales ya eran diferentes, se ridiculizaba a los que decían que las cosas iban a cambiar. Se buscó reforzar la sabiduría convencional en vez de ponerla a prueba.
Sobre-generalizar: antes las empresas japonesas se estudiaron por su éxito, ahora todas las empresas japonesas son malas
Seguir la tendencia: el Nuevo Paradigma Económico afirma que tecnología y globalización significan que todas las viejas reglas se vuelven obsoletas, que el crecimiento libre de inflación de los seis años pasados continuará indefinidamente y que estamos en el comienzo de un auge de 20 años. Esta doctrina no tiene sentido, porque todas las reglas han cambiado del nuevo: ahora estamos situados al borde de una terrible época de deflación global, a pesar de las experiencias pasadas de recuperaciones diseñadas matemáticamente, no hay nada que la Reserve Federal pueda hacer sobre ello. Es un nueva economía
Jugar con el dinero de otras personas: los administradores eran empleados, no directores o socios

Los administradores de dinero, según Krugman, se caracterizan por la falta de una visión independiente, son cortoplacistas, y su comportamiento es inmoral. Interesantemente, escribe todo esto ya en el 1997.
EL G-20

¿Qué es el G-20?
El G-20 es un foro internacional donde anualmente se reúnen los Ministros de Finanzas y los Gobernantes de los Bancos Centrales de los veinte países con economías industrializadas o en vía de desarrollo sistemáticamente importantes. El objetivo es discutir sobre asuntes cruciales para la economía global.

El G-20 se estableció en 1999 como respuesta a las crisis financieras de los noventa y el reconocimiento de que ciertos países con mercados emergentes no estaban incluidos en la discusión económica global ni en la respectiva gobernanza. Nació desde la G7, un foro de las siete economías más avanzadas en el mundo, la que luego organizó el G22, en 1998, y dos reuniones del G33 en 1999 respectivamente para reformar el sistema. El objetivo del G-20 fue siempre reducir la susceptibilidad de la economía global ante las crisis financieras (G-20).

Los 20 países que actualmente son miembros del G-20 son los siguientes:
· Argentina
· Australia
· Brazil
· Canada
· China
· France
· Germany
· India
· Indonesia
· Italy
· Japan
· Mexico
· Russia
· Saudi Arabia
· South Africa
· South Korea
· Turkey
· United Kingdom
· United States of America
· La Unión Europea (representada por el presidente rotativo del Parlamento y el Banco Central Europeo)

También participan en las reuniones del G-20 de manera ex-oficio, el Director Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Presidente del Banco Mundial (BM) y los presidentes de la Comisión Internacional Monetarista y Financiera y de la Comisión de Desarrollo del FMI y del BM. En conjunto, los países miembros representan 90% del producto nacional bruto global, 80% del comercio global (incluyendo el comercio interno europeo) y dos tercios de la población global. Por tal razón se considera que el foro tiene un alto nivel de legitimidad e influencia sobre la gestión de la economía global y del sistema financiero, lo que también es criticado dado que Estados Unidos tiene poder de veto y aunque todos los países tienen un solo voto, los países con economías más avanzadas tienen más recursos para informarse, negociar con los demás, etc.

En términos de resultados logrados hasta la actualidad, se han establecido acuerdos con respecto a las políticas de crecimiento económico, la reducción del abuso del sistema financiero, el manejo de las crisis financieras, y el combate del financiamiento del terrorismo. También se ha venido buscando la adopción de estándares internacionalmente reconocidos basados en experiencias de los países miembros en áreas como la transparencia de la política fiscal, el combate del lavado de dinero y del financiamiento del terrorismo. En 2004, se adoptaron nuevos estándares con respecto a la transparencia y el intercambio de información con respecto a asuntos fiscales buscando el combate de los abusos del sistema financiero y de actividades ilícitas, incluyendo la evasión de impuestos. El G-20 también juega un papel importante con respecto a la reforma de las instituciones financieras internacionales.

A pesar de las buenas intenciones, sin embargo, el G-20 no ha podido frenar la crisis financiera y económica que estalló en 2008 en los Estados Unidos. O sea, en términos de transparencia y control de abuso más bien han salido a la publicidad casos excesivos, los que son la consecuencia de liberalizaciones progresivas, particularmente en el sector financiero. Se refiere también a los bonos sin techos que empujaron a los banqueros a tomar cada vez más riesgo en vez de supervisar las actividades en el mercado.

En noviembre 2008, en Washington, el G-20 por primera vez reconoció la crisis del mercado financiero y sus implicaciones para la economía global. Los países miembros expresaron voluntad para trabajar en conjunto con el fin de superar la crisis y de fortalecer la cooperación internacional y mejorar la regulación, la supervisión y el funcionamiento general de los mercados globales financieros. Los Ministros de Finanzas de los G-20 recibieron el mandato de progresar en las siguientes áreas:

· Fortalecer la transparencia y la rendición de cuentas
· Realzar la regulación sana
· Promover la integridad en los mercados financieros
· Reforzar la cooperación internacional
· Reformar las instituciones internacionales financieras

La reunión en Washington funcionó también para la preparación de la Cumbre de los Líderes que acaba de tomar lugar, el 2 de abril de 2009, en Londres.

¿Cuáles fueron los retos más grandes de la Cumbre de los Líderes del G-20 en Londres?
Según la página oficial del G-20, en 2009 el foro juega un papel crucial para empujar las economías avanzadas y emergentes para resolver las crisis internacionales económicas y financieras, restaurar la estabilidad financiera a nivel mundial, liderar la recuperación internacional económica y asegurar un futuro sostenible para todos los países. Lo que se buscó en Londres fue lo siguiente:

· adoptar acuerdos que representan una respuesta internacional coordinada y concertada para superar las crisis financieras y económicas actuales yendo más allá de la crisis hacia una recuperación sostenible
· demostrar voluntad política para estabilizar el sistema financiero y proveer apoyo macroeconómico adicional
· acordar sobre el comercio y la inversión abiertos y el no proteccionismo
· dirigir apoyo adicional a los mercados emergentes y países en vía de desarrollo
· entender las causas de la crisis financiera internacional e identificar lecciones aprendidas para asegurarse de que estas no vayan ocurrir del nuevo
· desarrollar propuestas para restaurar el crecimiento global en el plazo mediano, incluyendo monitorear y dar seguimiento a las medidas tomadas como respuesta a la crisis
· progresar con respecto a asuntos de largo plazo, como el cambio climático y el desarrollo internacional.
Aquí se presentan unas opiniones que aparecieron en la prensa Holandesa y Bélgica, el día de la cumbre. Según uno de los periódicos más importantes de Holanda, el Volkskrant, Gordon Brown, el primer ministro de Inglaterra y presidente de la Cumbre, habló de una cumbre histórica. Argumentó que a partir de ella se origina un nuevo orden mundial y que se acabó la época del Consenso de Washington (Volkskrant 2009). Esto, tal vez, sea la expresión más importante del día y con una posible resonancia en los años que vienen, pero la pregunta ahora, y luego, es ¿hasta qué punto es cierta?
El Consenso de Washington, efectivamente, ya se murió como ideología a través de las voces de Joseph Stiglitz y Jeffrey Sachs, entre otros, pero ha seguido como práctica en las instituciones financieras internacionales hasta el día de hoy. Por tanto, oír hablar a Líderes importantes como Brown en este sentido, es revelador y puede ser que algún día pareciera que la Cumbre de Londres en efecto significó un cambio radical en el pensamiento sobre la política económica internacional y la relación entre los países. Pero, todavía es temprano para confirmarlo.

La receta del Consenso de Washington, que consiste en diez puntos de agenda que deberían de aplicarse todos los países en vía de desarrollo de manera similar, fue elaborada por John Williamson en 1990. Los diez puntos se relacionan con tres asuntos principales: la disciplina macroeconómica; una economía de mercado; y una política de apertura al comercio internacional y la inversión extranjera directa (Schneider 2007). Con respecto a América Latina, estos tres puntos fueron apoyados por Estados Unidos, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo Monetario Internacional, y el Banco Mundial a partir del inicio de los años noventa.

La receta se basa en la ideología neoliberal que considera que los países en vía de desarrollo para tener crecimiento económico deben de implementarse políticas de más mercado y menos gobierno. El enfoque se basa en el crecimiento económico y no pone atención a preguntas sobre cómo se realiza ni cómo se comparte la riqueza lograda.

El neoliberalismo se ha enfocado en la liberalización progresiva de los mercados, cada vez con menos supervisión y menos necesidad de rendición de cuenta, y esto ha resultado en niveles de fraude, corrupción y abuso de libertad inimaginables. No hay duda de que después de los tantos escándalos que han salido últimamente va a ser muy difícil para que la gente vuelva a tener confianza en las instituciones financieras.

En términos socio-económicos el neoliberalismo y el Consenso de Washington han resultado en cierto nivel de crecimiento económico en varios países, pero sin la debida redistribución de la riqueza, por lo que la desigualdad socio-económica en América Latina, entre otras regiones, ha crecido más. Según Scheider (2007), pocos reconocen que entre los diez puntos de la agenda del Consenso de Washington se incluyeron la reforma fiscal y la reducción del gasto público a áreas donde se esperaba altos rendimientos económicos y la potencialidad de una mejor distribución de los ingresos, pero, agrega, como el programa no explicitó cómo realizarlo ni habló de la gobernanza para realizar tales objetivos, y los donantes tampoco dieron atención a estos aspectos, no fueron tomados en serio. La prioridad del programa nunca fue reducir la desigualdad, por lo que la potencialidad de una mejor distribución de los ingresos fue nada más que retórica. La gran pregunta en este momento es, por ende, si la Cumbre de los Líderes del G-20 en Londres logra ir más allá de tal retórica, algo que no se puede leer en las declaraciones de la Cumbre, sino sólo en la manera en que posteriormente cada uno de los países contribuirá a la implementación de las mismas.

El mismo periódico holandés, el Volkskrant, señaló, como punto positivo, que los miembros del G-20 aparentemente durante esta Cumbre ya no estaban pensando en que todos deben de estar de acuerdo con todo. Más bien reconocieron que cada país tenía sus propios problemas, y que cada país requeriría una medicina propia. Por ende, el G-20 se enfocó particularmente en las relaciones entre los países miembros. Por ejemplo, se respaldó la promesa de combatir el proteccionismo, por lo menos hasta finales de 2010, con un fondo común de 250 billones de dólares para créditos comerciales. Y para el FMI, según este periódico el gran ganador de la cumbre, se reservó un fondo de 750 billones adicionales, particularmente para ayudar a los países más pobres. Según el analista del Volkskrant, los países miembros no llegaron a un acuerdo con respecto a lo que los países deben de hacer de manera individual, sino decidieron dar su apoyo a una institución colectiva (Volkskrant 2009a).

Lo que vale señalar es que en la declaración final de la Cumbre no hay metas concretas de tipo Metas para el Desarrollo del Milenium (MDM). No se habla de objetivos medibles, sino sólo de fondos a ser destinados a fines muy generales: 750 billones de dólares para el FMI, 250 para créditos de comercio, 50 para la seguridad social. No se explicita cómo este dinero debe ser invertido, cuál es el proceso de toma de decisiones, quiénes participan, etc. Se acordó que el fondo de 750 billones de dólares para el FMI va a ser utilizado para los países más pobres y que las condiciones relacionadas van a ser menos que los que definió el Consenso de Washington, pero no se las especificaron (Bulcke 2009). Por tanto, es difícil hablar de un cambio en este momento; falta ver qué se hará en la práctica. Tampoco con respecto a la discusión sobre la futura moneda internacional, hay pocas cosas revolucionarias que reportar: los Estados Unidos y Londres en conjunto lograron mantener el dólar americano como moneda principal del comercio global, a pesar de los pedidos de China de ir a una moneda neutral (Bulcke 2009).

Vandaele (2009) se pregunta si la cumbre fue una cumbre histórica de verdad. Según él, depende de lo que se va a realizar en concreto. Lo más notable según el analista son las frases: La época del secreto bancario se acabó; y vamos a tomar acción contra los paraísos fiscales. Desde ahora, se espera que los bancos sean obligados a dar información, pero no se aclara qué tipo de acciones se va a tomar para obligarlos, ni para acabar con el secreto bancario ni para acabar con los paraísos fiscales. En principio estas frases pudieran ser el inicio de un mejoramiento de la justicia fiscal en el mundo, pero también se puede quedar en la retórica.

Con respecto al final del consenso de Washington, el analista belga argumentó que el hecho de que en el G-20 se habló de reglas ya de por sí es revolucionario. Quiere decir que de alguna manera se toma distancia del modelo neoliberal porque este sólo busca eliminar reglas. En la declaración final del G-20 no se concretiza, sin embargo, cómo se va a superar la desigualdad en el mundo. Se habla de que se necesitan reglas para acabar con el secreto bancario, lo que facilitará que haya más información sobre cómo se realizan los ingresos de capital, pero por ejemplo no se ha hablado de normas laborales, lo que los sindicatos esperaban, y lo que es crucial para ir construyendo un sistema de comercio global justo.
Para Bulcke, la economía mundial se basa demasiado en un consumo empujado por la deuda. Dice que si los trabajadores en Estados Unidos por ejemplo ganarían más, el país tenía menos préstamos hipotecarios problemáticos. Además, propone que se establezca un balance en el comercio global con el fin de que el trabajador Chino gane más de lo que gana ahora, y que él mismo pueda consumir los productos que produce. La falta de balance en este sentido sólo se puede resolver en base a una distribución mejor de ingresos dentro y entre países. Además, dice Bulcke, la solución debe ser verde: se debe reducir los derechos de emisión para los países ricos. Finalmente, se debe enfocar más en la seguridad social dado que una persona que gana bien, pero no tiene pensión, no va a consumir. Todas estas cosas que son cruciales para tener un desarrollo global sostenible y justo, como son las normas y derechos laborales, el medio ambiente y la seguridad social, apenas se han tocado y por cierto no resuelto en el G-20.
Según Irrgang y de Jong, miembros del partido socialista holandés, el G-20 ha dado algunos pasos relevantes, pero no son suficientes. Lo bueno, dicen, es que todos los países, incluyendo los EEUU y el Reino Unido han confirmado que se requiere de supervisión sobre los fondos ‘hedge’. Un año pasado esto hubiera sido imposible. También los paraísos fiscales están bajo mucha presión lo que los socialistas consideran una ganancia. Finalmente, argumentan, se acabó la época de cada vez más mercado y menos gobierno. Pero, agregan, con esto no se logra el Nuevo Bretton Woods de que Brown y Sarkozy hablaron meses pasados. En este sentido el G-20 lo consideran decepcionante. Se reconoce, tal vez, que la confianza en la autorregulación del sector financiero haya sido demasiado, pero el control que se propone ahora se limita a registración e información únicamente. Según Irrgang y de Jong, esto no es suficiente. También con respecto a los bonos en el sector financiero, que se basaron en valores de corto plazo, causaron un auto-enriquecimiento escandaloso y empujaron a los banqueros a tomar cada vez más riesgos. Es bueno que se vaya a supervisar esto, pero no hay acuerdos concretos sobre cómo se hará, argumentan los políticos. Según ellos, los accionistas cortoplacistas deben de tener menos influencia y los empleados y los que producen ahorros deben de tener más influencia, no sólo con respecto a las instituciones financieras sino en todas las empresas. También en términos de gobernanza, Irrgang y de Jong no ven pasos importantes hacia la necesaria democratización del sistema. Los EEUU mantienen su poder de veto y la posición del dólar se mantiene como moneda de reserva internacional. Europa apoya a los americanos esperando que un día sea el euro, pero el futuro es para Asia. Por ende, los autores proponen que Europa y Asia más bien comiencen a cooperar entre ellos para reformar el sistema económico financiero de verdad.
De estas críticas se concluye que la Cumbre de los Líderes del G-20 ha sido importante en términos de que se logró llegar a acuerdos, pero decepcionante porque no las promesas pueden resultar tan vacías como las de antes. Todo queda por ver, todo depende de cómo la economía se porta en los meses que vienen, cuáles países saldrán más o menos fuertes, y entonces, cómo se va a reestablecer el balance político global. En estos aspectos, no hubo decisión política. Las grandes decisiones aún están por ser tomadas. Tal vez se necesite más crisis para verdaderamente forzarlo…
Referencias

Bulcke B (2009), De Balans, http://www.standaard.be/Artikel/Detail.aspx?artikelId=C728DTGB

G-20, G-20 Home, About the G-20, What is the G-20, http://www.g20.org/
Irrgang E, Jong de D (2009), Nieuw Bretton Woods blijft uit, Financieel Dagblad, 6 de abril de 2009, http://www.sp.nl/opinies/Nieuw_Bretton_Woods_blijft_uit.html
Schneider, M (2007), Beyond the Washington Consensus: Thoughts on Equity, Democracy and Conflict in Latin America, International Crisis Group, http://www.crisisgroup.org/home/index.cfm?id=5106&l=1

Vandaele, J (2009), Na de G20: "Afstand tussen spreken en handelen is groot", 3 de abril de 2009, http://www.indymedia.be/en/node/32517

Volkskrant (2009), G20_pompt_biljoen_dollar_in_economie, 2 de abril de 2009
http://www.volkskrant.nl/economie/article1174994.ece/G20_pompt_biljoen_dollar_in_economie

Volkskrant (2009a), G20_vestigt_al_zijn_hoop_op_IMF, 2 de abril de 2009 http://www.volkskrant.nl/economie/article1175365.ece/G20_vestigt_al_zijn_hoop_op_IMF02
TRES PREGUNTAS relacionadas con Gilpin, 1987

¿Cuáles son los fundamentos reales que explican la pérdida del liderazgo norteamericano en el contexto global?

Gilpin responde esta pregunta de cierta manera en su capítulo diez donde habla del orden económico internacional emergente. El autor explica como su análisis presupone que la creación, el mantenimiento y el funcionamiento exitoso de una economía internacional liberal requieren del ejercicio de liderazgo político. Según él, la gobernanza debe proveer ciertos bienes públicos, como una moneda estable, y además debe promover mercados abiertos. Esto, creo, ya es un punto de partida ideológico, y tal vez indica dónde buscar los elementos claves de la pregunta que estamos respondiendo. ¿Porqué mercados abiertos?

El autor luego explica lo que entiende por liderazgo político: ‘en relaciones internacionales frecuentemente hay incentivos poderosos para engañar y aprovechar a costo de otros actores, y se requiere liderazgo político para dirigir, monitorear y controlar el proceso. ¿No fueron estos incentivos exactamente por los que los Estados Unidos se dejó guiar durante las últimas décadas y lo que le hizo florecer, al costo de muchos? ¿De cuál liderazgo político estamos hablando? Hace tiempo de manera que ni yo, nacida en 1960, me recuerdo bien.

Según Gilpin, el estado moderno de bienestar y el compromiso del liberalismo integrado han aumentado la necesidad de un líder, dado que los gobiernos son demandados cada vez más por sus poblaciones a rendir cuentas. Para ellos, la tentación de beneficiar a sus propios ciudadanos a costo de los de otros países es muy grande. La tensión inherente de una economía global basada en principios de mercado y economías domésticas basadas en intervencionismo estatal, requiere de una coordinación intensiva de políticas nacionales y practicas económicas. Mi pregunta es: ¿será que este es el problema, el hecho de que la economía global estuviese, hasta ahora, basada en principios de mercado y no esté regulada como es el caso de las economías domésticas? La pérdida del liderazgo norteamericano en el contexto global se fundamenta posiblemente en el hecho de que su propuesta de liberalizar y abrir el mercado global para el bien de todos no funcionó. Lo que se debería de hace, entonces, es reemplazar tal propuesta por una alternativa que incorpore la regulación global. En efecto, en Europa se está haciendo esto poco a poco; Microsoft e Intel son las primeras multinacionales que fueron multadas seriamente por su abuso monopolístico (NRC, 13 de mayo de 2009).

El liderazgo global, según Gilpin, los Estados Unidos lo han ejercido durante varias décadas, pero a finales de los sesenta la tarea se hizo cada vez más dura. La economía internacional liberal posguerra se deterioró particularmente por cambios estructurales en las condiciones de oferta y demanda, y por una capacidad y voluntad disminuyente de parte de los Estados Unidos de proveer tal liderazgo. Esto confirma lo que Kindleberger y otros han dicho, que la hegemonía económica tiende a devorarse a sí mismo. Literalmente, en los Estados Unidos a partir de los sesenta se consumió más de lo que se ahorró o invirtió en la propia economía. Hubo gastos privados y públicos excesivos, incluyendo gastos militares y para asuntos exteriores. Las importaciones excedieron mucho a las exportaciones y los déficits crónicos en el balance de pago se financiaron exportando dólares y prestando dinero de otros países. Consecuentemente, el liderazgo económico, tanto en términos de capacidad como voluntad, de los Estados Unidos disminuyó considerablemente a partir de los ochenta.

Gilpin plantea que la coordinación política, igual que el liderazgo hegemónico, debe proveer liderazgo y bienes colectivos que son necesarios para la eficiente operación de una economía, nacional o internacional. En la arena global, estas responsabilidades incluyen la estabilización de las relaciones monetarias y comerciales, la redistribución de ingresos a través de programas de ayuda internacional, y la regulación de abusos. Durante el periodo posguerra, las instituciones de Bretton Woods, respaldadas por el poder de los Estados Unidos, ejecutaron estas funciones de gobernanza, según Gilpin, pero, como plantea el autor, tanto la voluntad como la capacidad de los Estados Unidos de proveer estos bienes públicos se disminuyeron. Es importante señalar aquí que posiblemente el mero hecho de que tales instituciones fueron respaldadas por el poder de los Estados Unidos, es lo que explica que Estados Unidos aprovechó más de los demás de ellas, y que su liderazgo político, por ende, fue relativo y se contaminó rápidamente por intereses propios.

Una manifestación de la pérdida de voluntad de ser un líder político, fue la introducción por Estados Unidos de lo que Gilpin llama el ‘non-sistema’ de los tipos de cambio flexibles versus el sistema de los tipos de cambio fijos. La idea era de de-vincular los países, y de darles la autonomía de manejar sus economías nacionales de su propia manera. Sin embargo, dada la interdependencia del mercado global, el non-sistema le dio a las economías grandes el poder de dominar sobre el sistema monetario y los países menos poderosos. Estados Unidos dejó de portarse como líder político y se preocupó más y más por sus intereses propios, a costo de los demás.

Alternativamente, el mundo de hoy, así lo plantea Gilpin, requiere de una coordinación política que evite que se implemente competencia en comercio, industria, y política macroeconómica entre los poderes económicos dominantes dejando afuera del juego a las economías más pequeñas. Lo que se puede decir es que el mundo se ha complicado tanto que ahora, más que nunca, se requiere de un liderazgo político verdadero y verdaderamente neutral (multilateral).

La pérdida del liderazgo político de los Estados Unidos va de mano con la pérdida de su liderazgo económico, y ambos van de mano con la pérdida de su liderazgo ideológico. El neoliberalismo, como respuesta a la crisis de los ochenta ha llegado a sus límites y muchos actores nacionales e internacionales han perdido su confianza en los modelos que se implementaron en base de la misma, entre otros la Convención de Washington. La economía global ha deteriorado desde entonces, y la teoría económica neoclásica no logra explicar los fenómenos económicos actuales ni da respuestas a las preguntas de hoy. Son esos nuevos actores, las organizaciones nacionales e internacionales de la sociedad civil y las corporaciones nacionales y transnacionales, que reclaman su papel en el orden económico y político, y esto hace necesario un cambio en la visión ideológica de cómo manejar el mundo. Ya no se puede confiar en que sea una hegemonía dominante la que toma las decisiones para, e impone las reglas del juego sobre los demás; se debe ir avanzando hacia un modelo de coordinación y regulación global construido sobre una verdadera participación democrática de las naciones y pueblos.

¿Sigue siendo la economía de guerra, el uso de la fuerza, una variable crítica y fundamental para mantener la hegemonía en el nuevo contexto global?
Esta pregunta está claramente respondida en Keohane y Nye, 1989. Por ende, la vamos a discutir con más detalle cuando se discute tal texto. Sin embargo, aquí se puede notar que la respuesta sólo puede ser negativa. No hay alternativa. La hegemonía por la pura fuerza ya no existe, ni existe la violencia legitimada como Weber lo planteó. La violencia, desde la Declaración de los Derechos Humanos en 1948, en efecto ya no puede ser legítima y aunque en la práctica se ha continuado ejercer la violencia en todos los niveles de las sociedades, el paulatino aumento de actores locales, nacionales y globales va a acabar con tal opción. La violencia se está reemplazando, en todos los niveles de las sociedades, por la regulación, la coordinación, la negociación y la resolución alternativa de conflictos. La guerra es costosa, no sólo en términos de vidas humanas y sufrimiento, sino económicamente y también políticamente. Sólo es beneficiosa para pequeños grupos empresariales que hacen su negocio en base de la producción y la venta de armas. Además, el resultado de la guerra es totalmente incierto, y esto se revela al público, hoy en día más que nunca, a través de los medios de comunicación: todos sabemos lo inaceptable que es la guerra. No se puede decir con mucha certeza qué fue primero, el huevo o la gallina (el fin de la necesidad política de hacer guerra o el fin de la factibilidad política de hacerlo), pero de haber dejado de ser un instrumento eficaz en la economía política global, ha dejado de serlo.

¿Qué implicaciones tiene la crisis financiera internacional sobre la recomposición del poder a escala global?
La crisis financiera es mucho más que una crisis económica o política o ideológica global, un escándalo total. Un escándalo, no porque un modelo fue mal planteado o mal implementado, pero un escándalo porque los líderes globales, nacionales y locales vinculados a tal modelo se corrompieron en un nivel jamás visto. La crisis financiera es la manifestación de un imperio en decadencia, un liderazgo caído y fallado. Tal vez, esto es lo que Gilpin no pudo prever, no pudo predecir, pero allí estamos, los años después de la publicación de su libro no representan nada más que la continua tendencia decadente de una época. Casi, ya casi llegamos al fin del túnel, ¡ojala!

El fin del túnel, lo estamos viendo porque vemos cómo se abren nuevos caminos y cómo se desarrollan nuevas perspectivas para que aquellos actores que buscaban controlar los flujos financieros ya en aquellos días del abuso tomen la palabra. Surge, en efecto, un nuevo orden político y económico global, nada inesperado, porque muchos ya sabían, desde los noventa en adelante, que la de Bush y sus aliados era una calle sin salida. No sabemos cuáles van a ser las instituciones claves del nuevo orden global, las mismas reorganizadas o algunas nuevas, pero sí sabemos que van a ser muchos actores diferentes y de diferentes grados de poder, los que van a tomar las decisiones al respecto. Ni un solo actor o grupo dominante de actores va a poder apoderarse del poder de la manera en que lo hizo Estados Unidos en la época posguerra. Será a través del multilateralismo, que se encontrará el nuevo rumbo.

La crisis financiera, no es que nos enseñó lo mal que es tal o cual modelo, sino nos demostró, más una vez, lo mal que es el hombre que no deje de guiarse por algún sentido de moral social, una ética, o algo como un sentido de solidaridad. Este moral no se determina por religión, por teoría, ni por ideología, sino por la pura conciencia de que uno no está solo en el mundo. La crisis financiera es una bendición al final, y ojala un día se llegue a juzgar debidamente a todos aquellos ‘grandes’ hombres y mujeres que recomendaron no enviar un centavo de la ayuda externa directamente a los gobiernos del tercer mundo bajo el pretexto de que estos eran tan corruptos. La crisis financiera por lo menos les ofreció el espejo; lo que falta es el castigo.

Según Gilpin, en el nuevo mundo (de los ochenta y noventa) las fuerzas del mercado global y el intervencionismo estatal se habían convertido en determinantes importantes de las relaciones económicas internacionales y que en este nuevo ambiente, el bi- y el mini-lateralismo comenzaron a desplazar al multilateralismo del GATT. Creo que el paso lo que le faltó a Gilpin en el momento de escribir su libro fue que en el nuevo siglo ese sistema se defraudara y que a partir de allí la economía global, igual que las economías nacionales, fuera ser manejada por un sistema regulatorio global, basado en un nuevo multilateralismo del tipo GATT. Es que el poder se deja desplazar por la interdependencia, y la interdependencia se hace cada día más fuerte y más compleja. En un mundo colorido de tantos intereses, valores, culturas, idiomas, preferencias e ideas, ya no hay otra salida ni alternativa, sino la comunicación, la coordinación, la negociación y el interés común de compartir.

maandag 11 mei 2009

The authors consider postwar political realism (a struggle for power dominated by organized violence) an inadequate basis for analyzing the politics of interdependence. They consider it merely an ideal type and propose confronting it with another ideal type, that of complex interdependence, which they believe comes closer to reality than realism.

According to Keohane and Nye, the assumptions realists base their thesis on are:
1. states as coherent units are the dominant actors in world politics;
2. force is a usable and effective instrument of policy;
3. world politics is an hierarchy of issues headed by questions of military security: the 'high politics' of miltary security dominates the 'low politics' of economic and social affairs.

The concept of complex interdependence challenges these assumptions. It has three main characteristics:
1. multple channels (interstate, transgovernmental and transnational relations) connect societies, including through informal ties between governmental elites as well as formal foreign office arrangements; informal ties among nongovernmental elites (face-to-face and through telecomunications) and transnational organizations (such as mulitnational banks or corportations);
2. the agenda of interstate relationships consists of multple issues that are not arranged in a clear or consistent hierarchy; therefore, military security does not consistently dominate the agenda (in most situations, the effects of military force are both costly and uncertain);
3. military force is not used by governments towards other governments within the region, or on the issues, when complex interdependence prevails; it would be irrelevant, for example, to resolve disagreements on economic issues through military force.

These three characteristics give rise to distinctive political processes (I would say to a distinctive analysis of political processes). The authors here introduce their concept of 'linking strategies' explaining that economic and political, both formal and informal, relations between different actors within and across nations have more and more influence over the way these interact. Nations with no direct military power may have negotiating power and influence the agenda; less vulnerable states will use their asymmetrical interdependence in particular groups of issues as a source of power, including international organizations and transnational actors and flows. And the latter can even enforce the negotiating power of weaker states. Therefore, under complex interdependency, the agenda will be affected by the international and domestic problems created by economic growth (or lack of growth) and by the increasing sensitivity interdepedence of states.

Withing this context, three new groups of actors are crucially important:
1. discontented domestic groups that politicize issues and force those that were once considered domestic onto the interstate agenda;
2. multinational corporations that play a significant role both as independent actors and as instruments manipulated by governments;
3. internations institutions whose role in political barcaining increases, as the world now deals multiple issues that are imperfectly linked and in which coalitions are formed transnationally and transgovernmentally. In this world, international institutions act as catalysts for coalition-formation, arenas for political initiatives and linkage by weak states.

This analysis for me is important. It underlines that political processes are at least as important as economic processes to understand what is going on in the world. The arrival of new actors in the political arena, facilitated by communication networks, makes the world principally different. Political issues that were neglected due to ignorance are now known and discussed at all levels of society. Unfair play and corruption, abuse of power and failure to comply to regulations may now slowly but surely be controlled as a consequence of the demands of traditionally powerless groups... We do not know what will happen, as other groups may get corrupted, but we do know that lately a lot of dirty clothes has come out of the pile, thanks to the increased participation and organization of new actors. This is an interesting move that opens new perspectives: away from the Weberian vision of legitimate violence (as there is no legitimate violence) towards one that recognizes the inacceptable costs and uncertainty of military force (and its uselessness), and the potential effectiveness of cooperation and negotiation. A new game in the making.

vrijdag 8 mei 2009

Power and Independence
Robert Keohane and Joseph Nye, 1989

The book intends to analyse the politics of today's world (eighties and nineties) which is characterized by growing interdependence between nations. The authors argue that the classical tradition of the international relations theory of 1970s and 1980s had two main strands, realism and liberlism, whereby the latter stresses the impact of domestic and international society, interdependence, and international institutions. In their book in a bid to combine the strengths of both strands, Keohane and Nye seek to explain the patterns of change they observed during the early to mid-1970s by integrating aspects of the realist and liberal traditions.

Their core argument is that asymmetrical interdependence is a source of power. This links, as they argue, the liberal stress on interdependence with the realist focus on power. While their analysis has clear liberal characteristics, they build in the realist component mainly with the argument that military power dominates economic power in the sense that economic means alone are likely to be ineffective against the serious use of military force. I believe, however, that as long as military power existes, both are more or less the same: has there been an economically powerfull state with no military power, or the other way around? An army cannot be built without money (and generally military expenditure increases economic power) and money needs to be protected, at least that is according to the realist vision. In fact, armyless states like Switzerland, Costa Rica, Panamá and Haíti are no economic powers; within the current geopolitical setting they depend on others both in economic and militar sense.

The book is based on two main questions. The first main question: What are the major features of world politics when interdependence, particularly economic interdependence, is extensive?

Second main question: How and why do international regimes change? International regimes are defined as governing arrangements that refer to governments regulating and controlling transnational and interstate relations through the creation or adoption of procedures, rules, or institutions for certain kinds of activity.

Interdependence is defined as mutual dependence: it does only refer to mutual benefit as it also has costs, and restricts autonomy. Furthermore, rather than measuring the costs and benefits of an interdependent relationship, the authors intend to focus on relative gains and distributional issues. While globalization of the economy and interdependence between nations was expected to generate economic growth and the latter may have been the main rationale for enhancing it, the issue of who would benefit from it was never really discussed.

The authors consider assymetric interdependence as a source of influence by actors when these deal with one another. Those who are less dependent have a more powerfull bargaining position. The point the authors make is that less dependence with respect to certain issues may provide a stronger bargaining position with respect to other unrelated issues as well (pure assymetry), but there may also be cases in which one state may be less dependent with respect to one issue and more with respect to another (pure dependence). In real life, it all lies somewhere between these two extremes and a certain level of assymetry/dissymetry always exists.

The power of interdependence has two dimensions: sensitivity and vulnerability. In terms of the costs of dependence, sensitivity means liability to costly effects imposed from outside before policies are altered to try to change the situation. It refers, for example, to the immediate economic consequences for a certain economy of a change in the interest rate in the US. Or the immediate political consequences for a certain government of a war being started elsewhere.

Vulnerability, on the other hand, is defined as an actor's liability to suffer costs imposed by external events even after policies have been altered. This refers, in the above examples, to the capacity of that economy to adjust itself to the new interest rate in the US; or the capacity of a government to maintain its political support after it took position with regard to that war.

International regimes, which can be formal and informal, comprehensive or partial, are characterized by their structure and process. The structure of a system refers to the distribution of capabilities among similar units. In internationl political systems the most important units are states, and the relevant capabilities have been regarded as their power resources. The distribution of power in interstate systems has traditionally been analyzed according to the number and importance of major actors. Process, on the other hand, refers to allocative or bargaining behavior within a power structure, or to the way in which actors deal with their respective power resources (or in the absense of these).